Cuatro olas de calor en España este verano y en Galicia ni la primera, excepto algún día que subió por el sur. El cambio climático cada vez es más notorio por sus secuelas cada vez más frecuentes. Tenerife, Grecia, Canadá sufrieron incendios forestales de extraordinaria gravedad, por poner algunos ejemplos. La emergencia climática afecta de manera recurrente a las personas y, sin embargo, seguimos sin darle la importancia que merece, ni la sociedad ni los medios de comunicación. Solo está en la agenda de los gobiernos a medio plazo, con objetivos que van desde el 2030 al 2050. Y por el camino, ya veremos, porque nos hemos instalado en el día a día.
Afortunadamente en Galicia hemos disfrutado de un estío agradable en líneas generales, con temperaturas que bajan por la noche. Una circunstancia que ya está afectando al turismo, donde empezamos a recibir visitantes que huyen del termómetro asfixiante de la Meseta, el sur y el Mediterráneo. Es evidente que el combate frente a la urgencia climática, que ya no niega nadie, pasa taxativamente por las energías renovables; y aquí, en nuestra tierra, por la tecnología eólica. Por si fuera poco, en plenas vacaciones, sufrimos unos precios completamente exagerados de los combustibles energéticos, que redundan en toda la cadena de consumo provocando una inflación disparada.
Galicia posee unas condiciones inmejorables para aprovechar al máximo su viento de calidad –por sus velocidades y constancia– y convertirlo en energía limpia para los consumidores y las industrias. Reiteradamente se demuestra que cuánta más energía eólica entra en el sistema eléctrico, más barata es la luz; sin olvidar que, a mayor implantación de parques eólicos, mayor soberanía o independencia energética. Además, todos los proyectos industriales, así como las actuales fábricas electrointensivas, serán viables exclusivamente si logran energía verde y barata para su funcionamiento. Exclusivamente.
Si bien es cierto que el mundo se está jugando su propia supervivencia o la vida tal como la conocemos, en Galicia nos estamos jugando además nuestra economía y nuestro progreso. Igualmente acreditamos que el desarrollo eólico es compatible con el territorio, es decir, con las personas, los animales y la biodiversidad. La norma gallega, de las más garantistas en materia ambiental, acaba de reforzar aún más el seguimiento de ruidos, erosión y aves, aumentando los controles. Ir por sistema contra la implantación eólica solo conduce a la irracionalidad y la involución. Y es obvio que las sequías mermarán los aprovechamientos hidráulicos, sin olvidar que el agua ya es el petróleo del siglo XXI. Igual que el viento gallego.