El final de la pandemia –gracias a Dios– levanta el ánimo y nos devuelve la alegría de vivir. Pero el optimismo derivado de la vuelta a la casi normalidad no debe impedir que seamos conscientes de la coyuntura compleja en la que estamos inmersos. España asume una deuda enorme que deberá ir saldando más pronto que tarde, aun sabiendo que hoy es más fácil de afrontar que la que nos cayó encima en la crisis de 2008, gracias al crecimiento del decenio anterior. También es verdad que los fondos Next Generation constituyen una oportunidad para Galicia, pero bastante más reducida de lo que se pensaba a tenor de que solo 3 o 4 proyectos serán prioritarios de los 355 que había. El desatado incremento del recibo de la luz desde el verano y los negocios y autónomos que se llevó por delante la pandemia, con un notable incremento de usuarios de los Servicios Sociales y Cáritas, añaden ángulos a este poliedro.
Y esta realidad acuciante se completa con la necesidad perentoria de que Galicia apueste por las energías renovables, sobre todo la eólica, que es la que tiene verdaderas posibilidades de crecer, cuyo rendimiento influiría en el PIB y la reactivación del sector industrial con empleo estable y de calidad, así como en centenares de territorios rurales por las rentas a propietarios, además de tasas e impuestos locales y autonómicos. Y respetando, como no puede ser de otra forma, la legislación vigente en la implantación de los parques eólicos, que ya es muy exigente y proteccionista en cuanto al medio ambiente, urbanismo y patrimonio. Por eso, el sector opina que es inadecuado extremar medidas e incrementar distancias de los nuevos aerogeneradores, porque crean una enorme inseguridad jurídica en las actuales tramitaciones y no resuelven las urgencias de la transición energética. Por otra parte, durante más de veinte años las fábricas de As Somozas y Viveiro proporcionaron mucho empleo directo e indirecto a sus respectivas comarcas en Ferrolterra y A Mariña, cuyo cierre se debe en buena parte al freno del sector. Y las empresas se ubican, reorganizan o reubican donde hay clientes y encargos.
Y hablando de esta fuente de energía, los datos, que muchas veces se ocultan por ignorancia o intención, son reveladores de las bondades del viento, una fuente propia, limpia y sostenible; no lo olvidemos nunca. La dependencia energética de Galicia, sobre todo de combustibles fósiles, es del 71,8% del consumo en la comunidad. Un indicador general que enmarca nuestra situación, así que no es cierto que estemos en condiciones de exportar. Todo lo contrario, estamos comprando, y a unos precios desorbitados, debido al encarecimiento del gas por razones geoestratégicas –un hidrocarburo que necesitamos por escasez de energías renovables–, así como por la fuerte penalización de los derechos de emisión de gases contaminantes. Por otra parte, los expertos mundiales en cambio climático dicen estos días que ya no hay margen ni espera posible, porque a este ritmo la Tierra se calentará 2,7 grados en los próximos años, una barbaridad de consecuencias y desastres incalculables. La conclusión es que la transición energética, que incluyen la descarbonización y electrificación de la economía, es imparable. Y el desarrollo eólico en Galicia puede contribuir eficazmente a mejorar nuestro tejido industrial y la reactivación económica. No somos el problema, somos parte de la recuperación.
Manel Pazo
Presidente de la Asociación Eólica de Galicia