El sector eólico lleva veinticinco años implantado en Galicia, tras un desarrollo inicial que convirtió la comunidad autónoma en líder regional y entre los primeros de Europa. Este período significativo se distingue por el acuerdo social remunerado. Una aquiescencia entre promotores, propietarios y Ayuntamientos en la práctica totalidad de los parques. Y retribuida, porque las empresas abonan una media de 3.200 € MW/año a los titulares de los montes; montes y descampados donde normalmente no había ningún tipo de actividad económica, y ahora están produciendo energía limpia y renovable, tan urgente como imprescindible, cuyos entornos han adecentado los promotores, abriendo caminos de acceso público y manteniendo limpias las periferias. Lugares que son compatibles con las vacas, los caballos, las ovejas… así como con usos forestales y agrícolas. El consenso con los habitantes de estas zonas es la tónica dominante.
Igualmente, los parques eólicos han generado empleo directo e indirecto en sus comarcas, una ocupación laboral que ha contribuido a dinamizar zonas deprimidas y, por tanto, a combatir la despoblación. En la gran mayoría de estos territorios los crecimientos del PIB son significativos. Porque además de las rentas, las millonarias inversiones eólicas –cuya amortización puede durar una media de veinte años– también dejan sustanciosos emolumentos en los municipios, vía tasas y otros impuestos, y en la Xunta, vía canon –23 millones de euros al año–, cuyo retorno debería ser íntegro para las zonas con este tipo de instalaciones. Por otro lado, los aerogeneradores actuales son mucho más potentes y eficientes, además de más grandes, pero también menos ruidosos. De ahí que se pretendan repotenciaciones, ya que nuestros parques se van quedando obsoletos. Una máquina nueva hace por cinco o seis antiguas.
El Plan Sectorial Eólico de Galicia delimita claramente los lugares donde se puede proyectar un parque. Se aprobó en 2000 y, curiosamente, fue durante el Gobierno bipartito (2005-2009) cuando se produce la mayor instalación de MW eólicos. Pero lo cierto es que actualmente llevamos un par de años en que apenas se han puesto en marcha cien nuevos MW y no se está construyendo nada. Sin embargo, nos extrañamos de que huya la industria auxiliar que se había creado en la etapa anterior, como Vestas y Gamesa. Y a pesar de esta coyuntura se promulgan moratorias y se pretende aumentar distancias de forma indiscriminada, frenando drásticamente el desarrollo de una energía limpia, autóctona y sostenible. ¿Cómo detenemos entonces el cambio climático y la destrucción de cualquier tipo de biodiversidad? El sector eólico ha demostrado desde su nacimiento querer conciliar su desarrollo con el medio rural. Los ejemplos están en los que están funcionando: 180 parques que suman 3.800 MW de potencia. Pero son claramente insuficientes para reducir nuestra dependencia energética y las emisiones contaminantes. Toda actividad industrial tiene un coste, en nuestro caso, mínimo, y todas las bondades. Las opiniones son libres; los hechos, irrefutables.
Manel Pazo
Presidente de la Asociación Eólica de Galicia